Me aturde ese silencio. Mareada
le busco la forma y no concibo ni un atisbo de palabra siendo. Sólo gestos
nauseabundos que perforan mis tímpanos dejándolos sordos. Cegando la razón que
persuade lo que siento, o presiento. Da lo mismo. El eje es tan sólo una línea
zigzagueante y caprichosa, empeñada en doblarse y correrme, por todos sus
costados, llenándome de esquinas la piel y su urgencia.
Es el olvido quien tiene que
asaltarme, hasta cubrirme de desmemoria la incertidumbre y las ganas de algún
algo parecido a lo soñado; la voluntad de estas piernas de subir la cuesta con
mi cabeza para abajo; o el hartazgo de este subibaja cansado de su inercia.
Cuando ya ni siquiera mi deseo
puede deletrearte, ahí es donde debo correr y volar, hacia todas las ventanas que
no puedan dibujar tu sombra. Abrir este paréntesis para que salgas y dejar que
entre la sorpresa de ese hallazgo que no para de buscarme, y que me encuentre,
con el cajón cerrado y la página nuevamente en blanco.
Sacudida de antemano. Sin órbitas
claras, con caminos y estos pasos recurrentes. La necesidad abrupta de salirme
de lo involuntario que penetra y dirige, conduce, manipula, entorpece,
desmotiva, succiona las ganas, mutila la sonrisa, evapora la poca sanidad que
pueda esconderse cuando dos se encuentran.
En la misma calle, en el mismo
pavimento, en la misma escena, en el mismo siglo, en la misma oportunidad
desnudada que arremete, en el mismo choque inentendible de los cuerpos, en la
misma escala despareja de las ganas cuando nacen, en el mismo atormentado
suceder de lo distinto, en la misma intencionalidad cantada que suda los
segundos paridos del latido que interfiere con los otros, donde implota y
exagera, donde ebulle y convulsiona, donde existe en un “ahora” y al milímetro
siguiente….se evapora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario