Se devoró los besos, la lengua, los labios.
Se extirpó el sexo, el vientre, las ganas.
Se quedó escondida jugando a mostrarse.
Se lloró aquel recuerdo y algún desprecio.
Se abortó las palabras, los susurros, el silencio.
Se alumbró con sólo un costado de la luna.
Se olvidó de la memoria que dolía hiriendo.
Se aquietó en el movimiento, en la tormenta.
Se amputó las manos, las caricias, los lamentos.
Se cegó los ojos, las miradas, los cielos.
Se despellejó los sueños, las batallas, la bandera.
Se bebió el sudor, el enigma, el secreto.
Se hundió en el lodo, bañándose el cuerpo.
Se quitó la piel, el último orgasmo, el primero.
Se quebró la parte contigua a la parte distante.
Se borró de la historia, poesía, novela, cuento.
Se absorbió su presente, su latir, su existencia.
Se contaminó con el aire, con el humo, el vicio.
Se pudrió del respiro, del deber, del hacerlo.
Se sentenció la partida, el atajo, la huída.
Se deshizo de todos, de nadas, de algos.
Se escapó del lugar
del reloj
de su cuerpo.
Querida Mara, te sigo desde esta orilla a la tuya, donde siempre que me paro a descansar encuentro refugio.
ResponderEliminarMe alegra verte por aquí a tí tambien, si me lo permites, te seguiré siguiendo, entrando y respirando profundo tus letras.
mil besos querida niña, tú tambien puedes pasar por mi orilla, pasa sin llamar.