Escribiendo desde el vómito irreverente, obstinado, irrespetuosamente presente. Y es que, escupo palabras como misiles, como hartazgos, como besos húmedos, como puñetazos precisos, ciertos. Sacando lo que está dentro de la manera que mejor me sale hacerlo, una palabra extirpada desde dentro, de raíz, de profundos pozos ciegos. Me libero en la cárcel donde ahora las encierro. Para siempre quedan, para volverlas a oler en algún tiempo, para arrojarles más de diez insultos, y menos de tres besos. Para recorrerlas y recorrerme, saborearme la piel que supo erizarse entonces, o pudrirme de nuevo con lo rancio y oscuro de aquel cuento.
Vomito creyendo que es todo, y nada queda, pero siempre ese todo es poco y cobarde, siempre ese todo es tan sólo la parte valiente o segura o posible, que se dejó parir sólo dos compases de tiempo, y algún suspiro extenso de recuerdo bueno, algún trago amargo que dejó de embriagar. Y entonces es que me convenzo que ese todo alcanza y que es capaz de hacer orilla allí donde quiero, y la fe que me conduce es tan de mentira como el resto de la fe que aborrezco. Pero ando siendo lo que creo que soy cuando a medias lo intento.
Y así volvés a aparecer, a veces, de a ratos, pero siempre volviendo. Con tu rastro semi-desdibujado, con esa parte de la historia que sigue ardiendo cuando me abrazo a ese recuerdo, allí donde fuimos más de lo que hoy somos, donde nos quedamos a mitad de camino ojeando lo que no pudimos, acariciándonos en otros cuerpos y transitándonos subidos a otras lenguas. Pero siendo eso que supimos ser cuando verdaderamente éramos. Y hoy el tiempo nos da más treguas, no esta vez para volver a amarnos, o si, o quién sabe, para sonreírnos sin llenar el vaso hasta el tope, para reencontrarnos en la nostalgia que ya no sabe a duelo, y en el presente que ya no llora aquello. Seremos esto, con otros alguien que aparezcan y desaparezcan del juego, como por arte de magia, o como con magia sin residuo de algún arte. ¿Y por qué regresé a contarte a vos lo que pasa en este interminable nosotros? Será el vomito de vida que hoy necesito escupirle al mundo que nada sabe de mí, y menos sabe de vos, tal vez sólo entienda algo de ese nosotros.
Golpeo la pared y abrazo el desconcierto, con menos ganas que antes este abrazo, con más amor que antes este golpe. Y sigo obnubilada, pero con los ojos más abiertos, las mismas pupilas, otras imágenes, de esas que quiero ver y borrar, a veces en el mismo instante en el que las veo. Soy un yo inmensamente incompleto, pero lleno de razones, padeciendo desencuentros, padeciendo encuentros, anhelando lo que aún ni siquiera es anhelo, lo que no sé, lo que quiero sin saber siquiera qué. Enroscada en el laberinto que mejor me esconde o mejor me muestra, complicadamente simple este trayecto.
Me pinto la cara y salgo a escena, y así me ves no sabiendo el anzuelo que te lleva a seguir mirando, ni el cóctel impreciso que te bebes en el beso, y que sigues bebiendo de a sorbos pequeñitos, pero intensos. Y me bebo el sorbo que te doy a medias, y me empapo de preguntas donde huyo y me escapo emprendiendo otros vasos para ser llenados de a poquitos. Honro mi honra de saberme sólo yo en esta ruta y en la otra, esa que no tomé y decidí no hacerlo, y en la que sólo fui sin decidir quedarme.
Me instalaré de a ratitos a observarme en medio de la locura que me deja cuerda.
Mara.
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