Con intervalos de aire azotando mis pulmones.
Intermitente este humor que me ríe y me llora.
Me golpea la espalda el asfalto chillando.
El calor nauseabundo vomitando el invierno.
Ese rostro perdido que me busca en mi huida.
Y a veces salto.
Y a veces puedo.
Y a veces creo.
Soplos. Rasguños. Insultos. Veredas. Ocasos. Acasos…
Pequeños instantes que mueren y nacen.
Y yo que me hundo sin agua tapándome.
Este cielo imperfecto repleto de luces.
Tan alto y soberbio y mediocre su acento.
Tan sucio. Tan abundante. Tan sin sentido.
Sus vidrios tan limpios.
Su gente tan chata.
Su amor tan vencido.
Su odio tan tibio.
Su vitalidad tan agonizante.
Insisto en mirarte con ojos de antes.
No veo. No toco. No siento. No quiero.
Empaco mi furia primero.
Y luego mis ganas.
Me voy en silencio entre ahora y mañana.
Pasado me aguarda a la vera del río.
Mojando mis pies, devolviéndome el alma.
Que confusa me advierte del lodo que avanza.
Me salvo y me quedo.
Me quedo y me armo.
Me armo y me canto.
Me canto y me tengo.
Me tengo y me salgo.
Derrumbo las tumbas que con sus grilletes me amputan las
alas.
Derribo nostalgias, preguntas, vacíos y llenos, hastiados de
nada.
Descubro que existo pariendo de nuevo este ser que no acaba.
Mara
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