...desde dónde escribo...

"Escribiendo desde el vómito irreverente, obstinado, irrespetuosamente presente. Y es que, escupo palabras como misiles, como hartazgos, como besos húmedos, como puñetazos precisos, ciertos. Sacando lo que está dentro de la manera que mejor me sale hacerlo, una palabra extirpada desde dentro, de raíz, de profundos pozos ciegos. Me libero en la cárcel donde ahora las encierro. Para siempre quedan, para volverlas a oler en algún tiempo, para arrojarles más de diez insultos, y menos de tres besos. Para recorrerlas y recorrerme, saborearme la piel que supo erizarse entonces, o pudrirme de nuevo con lo rancio y oscuro de aquel cuento".







martes, 17 de mayo de 2011

Se devoró


Se devoró los besos, la lengua, los labios.
Se extirpó el sexo, el vientre, las ganas.
Se quedó escondida jugando a mostrarse.
Se lloró aquel recuerdo y algún desprecio.
Se abortó las palabras, los susurros, el silencio.
Se alumbró con sólo un costado de la luna.
Se  olvidó de la memoria que dolía hiriendo.
Se aquietó en el movimiento, en la tormenta.
Se amputó las manos, las caricias, los lamentos.
Se cegó los ojos, las miradas, los cielos.
Se despellejó los sueños, las batallas, la bandera.
Se bebió el sudor, el enigma, el secreto.
Se hundió en el lodo, bañándose el cuerpo.
Se quitó la piel, el último orgasmo, el primero.
Se quebró la parte contigua a la parte distante.
Se borró de la historia, poesía, novela, cuento.
Se absorbió su presente, su latir, su existencia.
Se contaminó con el aire, con el humo, el vicio.
Se pudrió del respiro, del deber, del hacerlo.
Se sentenció la partida, el atajo, la huída.
Se deshizo de todos, de nadas, de algos.
Se escapó del lugar
del reloj
 de su cuerpo.

Mara

Pariendo letras o Vomitándolas, o vomitándolas al parir


Descascarada. La piel. Hasta el vientre. Hondo. Cala hondo la pregunta con pretensión de respuesta. Con delirios de certezas. Imagino este papel virtual en blanco, sin pedirme a gritos ser llenado, y este cuerpo sin pedirme ser sanado, y ese cuerpo sin pedirme ser amado. Todo lo que se instala en mi cerebro, con ganas de ser eterno, termina siendo más efímero que este segundo que ya ha muerto. Hasta yo misma escapo de mis ganas inconscientes de perpetua. Como si pudiera quedarme para siempre. Como si quisiese hacerlo. Como si valiese.
Me recuesto sobre mi espalda, que se recuesta sobre un colchón, que se recuesta sobre ese sudor que dejó escrito en los pliegues de mis sábanas lo que nunca me animé a decirme en voz bien alta. Así es que pretendo decodificar los pliegues y las broncas, las letras invisibles y la herida recubierta, la cama hecha a medio hacer y la vida pateada a medio caminar. Cómo haré para saber qué me digo a veces a mí misma. Si es que ni siquiera intento releerme. Repasarme. Resumirme. Y volver a reescribirme.
Tantas tachaduras negadas en la mente, en el alma, en las sienes, en las manos, en las ganas. Ir hacia delante como si de ese modo estuviese yendo. No quedarme atada al anzuelo, ni al recuerdo, ni a lo oscuro, ni a  ese duelo, como si el olvido se instalase así nomás a descansar conmigo en algún lecho. Como si cerrar  esa ventana me permitiese protegerme del invierno.

Mara

Pariendo letras o vomitándolas

Donde vuelvo a reinventarme, ayer, hoy, mañana aún no lo entiendo. No puedo conjugarlo ni en retazos pequeñitos, ni en memorias emotivas que me hacen dar cuenta que ayer pensé un ratito en mañana y que mañana me atravesó en lo intenso y cierto. Pero me reinvento hoy, segundos veloces de una niña que juega a ser mujer sólo a veces, y esas veces son tan falsas como la estúpida voluntad de jugar a ser grande, en medio de una niña eterna. Y hasta el sacrificio de la reinvención es de mentira, zócalos de un peldaño que me hace trastabillar cada vez que decido, vehemente, dar ese paso.
Desde el cónclave de armazones que me vigila, desde un disimulo patético y abominable, una guarida que creen escondida, pero que olvidaron quitar las lamparitas de colores que la ponen en la cúspide de todas las escenas. Me río en minúsculas, sólo para que no se den cuenta que río, y cuando lloro lo hago resaltándola en negrita, para que se apiaden y dejen de mirar con el dedo índice un rato, aunque sólo sea un rato. Donde intentaré detener el tiempo, intentaré recordar cómo fue aquella vez que sí lo hicimos. Intentaré hacerlo sola esta vez, sumida en un adentro que viajará tan de prisa por ese mediodía, donde  el universo dijo basta porque merecía quedarse quieto en ese instante.
Cuando todos parecieran marchar, creyendo que el camino es ése, no abriéndose preguntas en la mente, no abriéndole razones al corazón, no abriéndole posibles a los sueños, no abriéndose jamás a la sorpresa, cuando pareciera que los sigo, porque ven que voy detrás, simplemente me ubico yendo siempre hacia otros sitios, queriendo que al dar vuelta sus cabezas dejen de contemplar mi sombra en el asfalto. Cuando eso pase no crean que me rendí y volví al inicio de ese camino, tomé el atajo que mejor olía, que peor vestía, que mejor amaba, que peor cabía. Y sé que desde la silla de sus perspectivas habré errado, una vez más, y sé que me reiré de ello, por más que me vean lagrimear en la mirada, sepan que resalto con negrita la mentira y en minúsculas escribo lo que RÍO…

Mara

Vomitando letras, pariéndolas...

Escribiendo desde el vómito irreverente, obstinado, irrespetuosamente presente. Y es que, escupo palabras como misiles, como hartazgos, como besos húmedos, como puñetazos precisos, ciertos. Sacando lo que está dentro de la manera que mejor me sale hacerlo, una palabra extirpada desde dentro, de raíz, de profundos pozos ciegos. Me libero en la cárcel donde ahora las encierro. Para siempre quedan, para volverlas a oler en algún tiempo, para arrojarles más de diez insultos, y menos de tres besos. Para recorrerlas y recorrerme, saborearme la piel que supo erizarse entonces, o pudrirme de nuevo con lo rancio y oscuro de aquel cuento.
Vomito creyendo que es todo, y nada queda, pero siempre ese todo es poco y cobarde, siempre ese todo es tan sólo la parte valiente o segura o posible, que se dejó parir sólo dos compases de tiempo, y algún suspiro extenso de recuerdo bueno, algún trago amargo que dejó de embriagar. Y entonces es que me convenzo que ese todo alcanza y que es capaz de hacer orilla allí donde quiero, y la fe que me conduce es tan de mentira como el resto de la fe que aborrezco. Pero ando siendo lo que creo que soy cuando a medias lo intento.
Y así volvés a aparecer, a veces, de a ratos, pero siempre volviendo. Con tu rastro semi-desdibujado, con esa parte de la historia que sigue ardiendo cuando me abrazo a ese recuerdo, allí donde fuimos más de lo que hoy somos, donde nos quedamos a mitad de camino ojeando lo que no pudimos, acariciándonos en otros cuerpos y transitándonos subidos a otras lenguas. Pero siendo eso que supimos ser cuando verdaderamente éramos. Y hoy el tiempo nos da más treguas, no esta vez para volver a amarnos, o si, o quién sabe, para sonreírnos sin llenar el vaso hasta el tope, para reencontrarnos en la nostalgia que ya no sabe a duelo, y en el presente que ya no llora aquello. Seremos esto, con otros alguien que aparezcan y desaparezcan del juego, como por arte de magia, o como con magia sin residuo de algún arte. ¿Y por qué regresé a contarte a vos lo que pasa en este interminable nosotros? Será el vomito de vida que hoy necesito escupirle al mundo que nada sabe de mí, y menos sabe de vos, tal vez sólo entienda algo de ese nosotros.
Golpeo la pared y abrazo el desconcierto, con menos ganas que antes este  abrazo, con más amor que antes este golpe. Y sigo obnubilada, pero con los ojos más abiertos, las mismas pupilas, otras imágenes, de esas que quiero ver y borrar, a veces en el mismo instante en el que las veo. Soy un yo inmensamente incompleto, pero lleno de razones, padeciendo desencuentros, padeciendo encuentros, anhelando lo que aún ni siquiera es anhelo, lo que no sé, lo que quiero sin saber siquiera qué. Enroscada en el laberinto que mejor me esconde o mejor me muestra, complicadamente simple este trayecto.
Me pinto la cara y salgo a escena, y así me ves no sabiendo el anzuelo que te lleva a seguir mirando, ni el cóctel impreciso que te bebes en el beso, y que sigues bebiendo de a sorbos pequeñitos, pero intensos. Y me bebo el sorbo que te doy a medias, y me empapo de preguntas donde huyo y me escapo emprendiendo otros vasos para ser llenados de a poquitos. Honro mi honra de saberme sólo yo en esta ruta y en la otra, esa que no tomé y decidí no hacerlo, y en la que sólo fui sin decidir quedarme.

 Me instalaré de a ratitos a observarme en medio de la locura que me deja cuerda.

Mara.