...desde dónde escribo...

"Escribiendo desde el vómito irreverente, obstinado, irrespetuosamente presente. Y es que, escupo palabras como misiles, como hartazgos, como besos húmedos, como puñetazos precisos, ciertos. Sacando lo que está dentro de la manera que mejor me sale hacerlo, una palabra extirpada desde dentro, de raíz, de profundos pozos ciegos. Me libero en la cárcel donde ahora las encierro. Para siempre quedan, para volverlas a oler en algún tiempo, para arrojarles más de diez insultos, y menos de tres besos. Para recorrerlas y recorrerme, saborearme la piel que supo erizarse entonces, o pudrirme de nuevo con lo rancio y oscuro de aquel cuento".







jueves, 19 de abril de 2012

Huecos

Adentrándome en mi hueco. El más apartado de los ojos propios y ajenos. Alejado de las palabras que me digo cuando intento conversarte. Mil silencios repletos de motivos para ser eso.
Muchos miedos encubiertos como osadías momentáneas. De ésos que parecen estandartes de una valentía que no tengo. Y temo. Sangrando por dentro. Y sufro. Escribiendo cien veces me atrevo.
Y me escondo en ese hueco, tan profundo, que son más las veces en las que no me encuentro, que las veces en las que me veo, en algún espejo.
Temo al fin por el fin mismo. De las cosas más triviales a las más inmensas. Cerrar esa puerta que hace rato dejó de estar abierta, y esas ventanas que por temor a que dejen de ser etéreas ni siquiera les permito un parpadeo.
Miedo al miedo de no saber lo que pasará cuando esto ya no sea. Qué ropas vestiré y de qué modo desnudaré mi cuerpo. Adónde me ubicará el dónde de mi cuento. Cuál será el nombre de todo lo anónimo que ahora no veo.
“Transmutante”. Transmutada. Transmutando.
Me construyo los peldaños sin querer jamás abandonarlos. Tal vez sea esa mi única manera de conseguir más vuelos. Y así es que veo y me da vértigo lo alto de esta escalera. Con tantos escalones siendo. Y no uso la maza para derrumbarlos, como si en algún momento pudiese subirlos o bajarlos, de nuevo.
Y lo añejo cobra vida en el recuerdo y se rejuvenece cuando vuelvo tempestiva a algún encuentro. Mis retornos son siempre secundados por mis presentes signos de interrogación, sin ambición de respuesta, como siempre ando, arrojando al viento mi piel macerada de dudas y mi alma riéndole los signos a la respuesta.
Debo dejar de subirte y bajarte, pisoteando la madera infinitas veces, debo dejar que seas sólo lo que fuiste, cosa, nombre, historia, hombre, cuerpo, ropa, foto, mujer, sonrisa o lamento. Debo dejar de querer lo que ya una vez me abrazó en el trayecto y seguir sin tomarme una pausa para bajar otra vez a ponerte los pies. ¿Debo hacerlo?
Si el miedo a cubrirme de duelos me perturba la calma que nunca tengo.
Atreverme a matar y a morir yo también, en una y en todas las muertes.

Mara. Julio 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario