...desde dónde escribo...

"Escribiendo desde el vómito irreverente, obstinado, irrespetuosamente presente. Y es que, escupo palabras como misiles, como hartazgos, como besos húmedos, como puñetazos precisos, ciertos. Sacando lo que está dentro de la manera que mejor me sale hacerlo, una palabra extirpada desde dentro, de raíz, de profundos pozos ciegos. Me libero en la cárcel donde ahora las encierro. Para siempre quedan, para volverlas a oler en algún tiempo, para arrojarles más de diez insultos, y menos de tres besos. Para recorrerlas y recorrerme, saborearme la piel que supo erizarse entonces, o pudrirme de nuevo con lo rancio y oscuro de aquel cuento".







sábado, 21 de abril de 2012

Sentenciàndo...Me




Te sentencio un futuro incierto y lo irremediable del saber que te golpea.
La búsqueda constante del latir sin pausas de tu adentro.
El dolor que no lastima del vacío que elegís para quedarte.

Te sentencio el anhelo permanente de la octava maravilla.
Rotando por instantes que nada dejan más allá de ese instante.
Una duda sin certezas y cientos de acertijos buenos.

Te sentencio pasos fuertes descubriendo atajos.
Vueltas a tu eje que te encauzan nuevamente.
Abandonos que te sirven en el juego de seguir pisando.
Hallazgos que completan partes y otros que no encajan.

Te sentencio un porvenir dibujado con tus dedos.
En la pretensión de no esconderte del deseo que te mueve.
Papel en blanco cubierto de garabatos que no llegan a ser paisaje.
Encuentros de esos que no suman más que un día de mirarse.

Te sentencio la caricia que te erice o la distancia.
Unos ojos que te encierren o la ceguera irrefutable.
Un beso que te pierda o la sequía de tus labios.
Un tacto que despierta así tus ganas o tus propias manos que te sacian.
Un todo desvestido de conformes o ese escondite que te cuida de mitades.
Un presagio de pasión que eleva o tu calma de seguir buscando.

Te sentencio.
Un “otro” de esos…
 O tu “yo” en solitario.

Mara

viernes, 20 de abril de 2012

Mi Planeta es la Magia

Invéntame en tu relato.
Ponme alas.
Dame saltos.
Cúbreme de espuma el alma.
Píntame de colores los vestidos.
Inyéctame de sangre los latidos.
Hazme letra que besa cuando grita.
Que surge cuando cae.
Que nace en cada parpadeo.
Que germina porvenires cuando ama.
Escríbeme en el cuento que te armas.
Con bosques pequeñitos repletos de esa magia.
Siendo todo y nada con cada partecita regalada. 

Invéntame siendo parte de esa melodía que ahora cantas. Susurrándonos las ganas en todas las mañanas.
Haciendo de la noche el refugio necesario de la calma.
Una cama inmensa hecha de paja.
Yendo a ese cuento que de niña me abrazaba.
Donde de las nubes salen flores que utilizo como lianas. Saltando de un planeta a otro sin escalas.
Una choza en la copa de ese árbol.
Encendiendo la leña necesaria.
Jugando a lo invisible si hace falta.
Dejando que el silencio escuche el vacío de todas las palabras.
Píntame aquel rostro que pueda devolverte lo que amas.
Téjeme los hilos que me enreden el cuerpo dejándome libres sólo las alas. 

Invéntame la excusa para no pisar la tierra ni siquiera en medio paso.
Dame vuelos de esos que me lleven alto.
Hasta no divisar ni una ventana donde la rutina ancla. Asesíname la mujer que algunos mandan.
Ayudándome a nacer por siempre la niña que me llama. Dame juegos de rayuelas, manchas, mil adivinanzas. Hablemos un idioma diferente donde el cuerpo manda. Donde sólo importen las miradas.
Y las cosas silenciadas que la risa nos señala.
Y las lágrimas cascadas de colores que nos bañan.
Y el rincón del desconcierto nuestra arma.
El viento un abrigo cálido donde la piel descansa.
Y la lluvia el techo que buscamos cuando nuestro calor no calma. 

Invéntame este planeta en tu relato dándome la pluma… que tal vez me falta… 

Mara (Abril 2012)

jueves, 19 de abril de 2012

Huecos

Adentrándome en mi hueco. El más apartado de los ojos propios y ajenos. Alejado de las palabras que me digo cuando intento conversarte. Mil silencios repletos de motivos para ser eso.
Muchos miedos encubiertos como osadías momentáneas. De ésos que parecen estandartes de una valentía que no tengo. Y temo. Sangrando por dentro. Y sufro. Escribiendo cien veces me atrevo.
Y me escondo en ese hueco, tan profundo, que son más las veces en las que no me encuentro, que las veces en las que me veo, en algún espejo.
Temo al fin por el fin mismo. De las cosas más triviales a las más inmensas. Cerrar esa puerta que hace rato dejó de estar abierta, y esas ventanas que por temor a que dejen de ser etéreas ni siquiera les permito un parpadeo.
Miedo al miedo de no saber lo que pasará cuando esto ya no sea. Qué ropas vestiré y de qué modo desnudaré mi cuerpo. Adónde me ubicará el dónde de mi cuento. Cuál será el nombre de todo lo anónimo que ahora no veo.
“Transmutante”. Transmutada. Transmutando.
Me construyo los peldaños sin querer jamás abandonarlos. Tal vez sea esa mi única manera de conseguir más vuelos. Y así es que veo y me da vértigo lo alto de esta escalera. Con tantos escalones siendo. Y no uso la maza para derrumbarlos, como si en algún momento pudiese subirlos o bajarlos, de nuevo.
Y lo añejo cobra vida en el recuerdo y se rejuvenece cuando vuelvo tempestiva a algún encuentro. Mis retornos son siempre secundados por mis presentes signos de interrogación, sin ambición de respuesta, como siempre ando, arrojando al viento mi piel macerada de dudas y mi alma riéndole los signos a la respuesta.
Debo dejar de subirte y bajarte, pisoteando la madera infinitas veces, debo dejar que seas sólo lo que fuiste, cosa, nombre, historia, hombre, cuerpo, ropa, foto, mujer, sonrisa o lamento. Debo dejar de querer lo que ya una vez me abrazó en el trayecto y seguir sin tomarme una pausa para bajar otra vez a ponerte los pies. ¿Debo hacerlo?
Si el miedo a cubrirme de duelos me perturba la calma que nunca tengo.
Atreverme a matar y a morir yo también, en una y en todas las muertes.

Mara. Julio 2010