Te sentencio un
futuro incierto y lo irremediable del saber que te golpea.
La búsqueda
constante del latir sin pausas de tu adentro.
El dolor que no
lastima del vacío que elegís para quedarte.
Te sentencio el
anhelo permanente de la octava maravilla.
Rotando por
instantes que nada dejan más allá de ese instante.
Una duda sin
certezas y cientos de acertijos buenos.
Te sentencio
pasos fuertes descubriendo atajos.
Vueltas a tu eje
que te encauzan nuevamente.
Abandonos que te
sirven en el juego de seguir pisando.
Hallazgos que
completan partes y otros que no encajan.
Te sentencio un
porvenir dibujado con tus dedos.
En la pretensión
de no esconderte del deseo que te mueve.
Papel en blanco
cubierto de garabatos que no llegan a ser paisaje.
Encuentros de
esos que no suman más que un día de mirarse.
Te sentencio la
caricia que te erice o la distancia.
Unos ojos que te
encierren o la ceguera irrefutable.
Un beso que te
pierda o la sequía de tus labios.
Un tacto que despierta
así tus ganas o tus propias manos que te sacian.
Un todo
desvestido de conformes o ese escondite que te cuida de mitades.
Un presagio de
pasión que eleva o tu calma de seguir buscando.
Te sentencio.
Un “otro” de
esos…
O tu “yo” en solitario.