...desde dónde escribo...

"Escribiendo desde el vómito irreverente, obstinado, irrespetuosamente presente. Y es que, escupo palabras como misiles, como hartazgos, como besos húmedos, como puñetazos precisos, ciertos. Sacando lo que está dentro de la manera que mejor me sale hacerlo, una palabra extirpada desde dentro, de raíz, de profundos pozos ciegos. Me libero en la cárcel donde ahora las encierro. Para siempre quedan, para volverlas a oler en algún tiempo, para arrojarles más de diez insultos, y menos de tres besos. Para recorrerlas y recorrerme, saborearme la piel que supo erizarse entonces, o pudrirme de nuevo con lo rancio y oscuro de aquel cuento".







miércoles, 1 de febrero de 2012

Fondo blanco


Como un resplandor, que aparece de repente, sin permiso, y sin respeto. Interceptando mi mirada, haciéndola fija, en ese instante, repleto de rarezas y latidos. El vértigo que antecede al salto, el salto que está antes de la caída, que nunca pisa la tierra, el vuelo que adorna mi espalda, y la hace gigante. Mis alas pintadas de muchos colores. Mis pies livianos. Mi alma libre. Mi cuerpo errante que busca la nada encontrándolo todo.
Construyo el refugio, está a la vista de todos, pero nadie lo ve. Muy ciegos andan mirándolo todo sin ver. Parece débil, parece romperse con sólo un soplido, parece resquebrajarse con apenas un dedo rozándolo, parece evaporarse con un sonido alto. Pero allí está, intacto y fuerte, disimulando hasta su esplendor. Perfilando sus costados frágiles, añejados, carcomidos, refugiados rincones. Y la gente lo pasa de largo, por alto, da vuelta su cara, su apariencia no incita a recorrerlo. Será por eso que aún perdura etéreo, eterno, cuidándome de los dedos que señalan el derrumbe.
Allí sonrío más de la cuenta, y lloro menos en la suma que en la resta, lógico recorrido de este corazón que apunta, que dispara, que acierta y esquiva, que erra el centro, quedándose clavado en los costados más lejanos. Allí descanso, y no me torturo mirando el punto exacto donde debí llegar, los atajos donde fue mi lanza fueron necesarios para que aquiete mi paso, sentándome a descansar. “Es la trama más que el desenlace” lo que va definiendo mis pasos, son esas las piezas de este rompecabezas, sin ambición de encajar. La imperfección de lo acabado es aire del libre, es vientecito del fresco, es caudal sin reglas rígidas que mojan mi cuerpo y pintan mi alma.
Donde voy fluyendo sin manuales bajo el brazo ni recetas mentirosas y mezquinas. La sorpresa jamás podría asaltarme si fuese como autómata repitiendo las escenas de vida que venden para ser así vivida, comprada, alquilada, permutada, vida asesinada en cuenta gotas. Tantas gotas como años de vida vivas. Tantas muertes pequeñitas como vos decidas ir muriendo.
Elijo esta dicha de no saber nunca lo que finalmente pasará. Elijo el azar devorando mi piel y mi carne. Elijo la duda de saberme completa. Y la fantasía sublime de inventarme lo que pica y lo que rasco, lo que río y lo que decido dejar de padecer. Elijo la magia rondando mi cama. Las pieles que aún no toqué. Las batallas en las que me pongo delante arremetiendo cientos de metrallas. Las letras que sangran a pesar de los besos en la boca. Y los atardeceres rojos que se meten entre mis pestañas. Elijo andar cada vez más liviana este camino, para así volar o aterrizar cuando el deseo me conduzca a desplegar mis alas, o a mojar mis pies en la tierra. Enterrando mí pecho, hasta mi cabeza, y nacer de nuevo, sin morir jamás. Porque elijo no comprar la muerte en cuotas, sino vivir hasta el hartazgo cada gota hecha causa, cada abrazo hecho riego necesario para seguir andando.
Beberme la vida en fondo blanco, sin saber muy bien qué contiene el vaso…

Mara

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