...desde dónde escribo...

"Escribiendo desde el vómito irreverente, obstinado, irrespetuosamente presente. Y es que, escupo palabras como misiles, como hartazgos, como besos húmedos, como puñetazos precisos, ciertos. Sacando lo que está dentro de la manera que mejor me sale hacerlo, una palabra extirpada desde dentro, de raíz, de profundos pozos ciegos. Me libero en la cárcel donde ahora las encierro. Para siempre quedan, para volverlas a oler en algún tiempo, para arrojarles más de diez insultos, y menos de tres besos. Para recorrerlas y recorrerme, saborearme la piel que supo erizarse entonces, o pudrirme de nuevo con lo rancio y oscuro de aquel cuento".







lunes, 11 de julio de 2011

Nos Multiplicaremos. Florecerán Mil Flores



La bronca es motor y sustento, caudal que nos empuja. No hay derrotas cuando militamos hasta la victoria, siempre. Desde la indignación también andamos. Reforzando las acciones que nos definen y separan. Multiplicando. Multiplicándonos.

Podrán soltar mil globitos de colores. Pero florecerán mil flores para seguir cambiando.

Lo que se muestra no es y eso lo sabemos. Lo que se dice no se hace y eso lo padecemos.

Los que ocupan los podios se ponen las coronas, donde ejercen su reinado regando el suelo de plebeyos olvidados. Pobres almas repletas de riquezas materiales. Pobres mentes ausentes y serviles. Pobres los tantos que hacen deshaciendo, a cada paso.

Indiferentes al dolor del otro, a las luchas ciertas, a la dignidad del pueblo. Su consigna es “ser felices” y con eso, alcanza. Alcanza para seguir borrando del mapa a los que sobran, alcanza para seguir sumando torturadores y genocidas a sus filas de milicias asesinas. Alcanza para que las señoras y señores con pañuelo al cuello puedan caminar sus calles, sin toparse con pieles curtidas desde el vientre. Alcanza para llevar a muchos al suicidio inevitable, de una reja o un chaleco de fuerzas. Empastillar las conciencias, congelar los combates, exiliar los carros que arrojan realidad en carne viva. Silenciar las voces que cosechan verdades, silenciarlas con el ruido de sus palmas festejando. Silenciarlos.

No podrán hacerlo. No pasarán por sobre los que sí sabemos que su impunidad tiene un techo. Y ese techo vamos a bajárselos. Ocupando los espacios que quisieron extirparnos.

La abolición del pensamiento, al servicio de la superficialidad. La negación de lo importante, al servicio de lo superfluo. La inquisición de la ideología, al servicio del mercado.

La bronca redobla el hacer que nos define. Desde la lucha construimos el camino. Sumando corazones capaces de sentir en sintonía. Mirando más allá de los bolsillos y el ombligo. Restando a todo aquel no es capaz de ver lo que nosotros sí miramos. Retumbando los rincones de gritos colectivos. Allí donde sentimos las banderas que llevamos.

La felicidad para nosotros atraviesa ríos diferentes. No se queda en la quietud de las paredes que nos guardan. Sino en las fronteras que borramos entre el otro y este cuerpo.

La bronca nos da más sangre para seguir latiendo. Remarcando los contrastes que nos ponen lejos de ellos.

Que se queden con su decir incongruente. Su insensibilidad primera y última, y media. Su incapacidad de que duela  más distante que su herida. Su banalización constante de la vida.

Que se queden en los podios que los muestra transparentes. Danzando como idiotas sin consignas ni política. Limpiando la ciudad de negritos desprolijos.

Su fiesta es para pocos, y eso es lo que festejan.



Mara. Julio 2011










martes, 5 de julio de 2011

Zigzagueos...


Abrió los ojos como compuertas dispuestas a explotar, y nunca más pudo cerrarlos, o no quiso, o no supo, o no. Escribió cientos de historias que abrazaban y sangraban, en la misma proporción, y no borró ni media letra de esas. Se recorrió en el narrarse por los años, en los versos, por los nombres, en los golpes, por los besos, en las ruinas, por el verde, en su muerte, por su creo. Exaltó el sentir a pesar de la frialdad de todos los después, rascó, picaba fuerte, excavó, sufría hondo, dudó, sabía a nada.


No se puede ser lo que no se quiere ser. Repetía. Convencida de la página primera que anunciaba su trayecto, en blanco, sin siquiera un cuarto de razón y mandamiento. No sabía de memoria, sentía de memoria. Y frente a tantos otros con ganas de encauzarla, sólo dejó claro que ese manual imaginario era motivo y sustento. Le salió amar a veces y pudo hacerlo, le salió correr muy rápido y corrió riéndose, le salió la huída y no hubo quien pudiera verla perdiéndose en miles de trayectos.


Inventó más de tres cuentos, pudiendo contemplarse en todos ellos, pudiendo palpitar en cada uno, a tiempo. Y pisó cemento y barro, libertad y encierro, pasión y lamento. No juró ni prometió la cura, pasada la tormenta, lanzó la flecha en dirección a su pecho, inyectándose la sangre de lo que era en ella, cierto. Impregnó la piel del perfume necesario que embriaga pero no marea, y se desnudó despacio con sabor a arena, a mar, a luna y cielo. Contorneó su cuerpo de la forma que precede al deseo.


Y ahora deambula. Mitad sonríe y mitad sonríe. Se atraviesa en los estados que se va pintando y en las canciones que están delante de los pasos y atrás de los ojos, donde las pupilas reconocen los primeros acordes y se abren de par en par los vuelos. Donde acapara orillas y horizontes que hace cerca, en una calle y miles de ventanas y más de una tormenta. Y cae suave donde quiere arrojarse y así levita por amaneceres, por posibles, por vestigios limpios de algún duelo.



Mara